De amoríos e hipotecas.


De amoríos e hipotecas.

No me creo que llames desde Torrecillas únicamente para decirme que pronto allí son fiestas, que podría ir para ahí. Creía que estaba claro que no quiero volver a verte. Como ya no voy a contestarte el teléfono, pues me hoy me he cambiado de número para no aguantar tus llamadas, te escribo la siguiente carta para decirte que sí, que es muy bonito Torrecillas, que se debe estar muy bien en casa de tus padres. Yo por mi parte, no puedo decirte lo mismo. Madrid me sienta fatal. Al fin tengo trabajo, - no como tú - pero ha sido después de enviar diez mil curriculums y patearme media ciudad, y pedirme idiomas, experiencia, cursos y masters para una curro que puede hacerlo cualquiera; estoy harta de aguantar gente harta y la hartez cada día va en aumento. Así que no me hartes tú más.
Recuerdo cuando fuimos a Torrecillas y sí, me gustó mucho, pero claro, eran otros tiempos. Nos movía esa pasión inocente recién estrenada. Aún no nos habíamos preparado el pastizal bien rellenito de purines en el cual revolcarnos hasta hundirnos, nuestro nidito de amor, decías tú. También dirás que fue cosa de los dos, pero ¿quién fue el que más insistió? ¿Quién me llevó un día al banco por sorpresa para firmar los papeles? Parecía el día de tu boda, tú tan contento, yo me mordía los dientes para disimular mi pánico. Estabas firmando tu sentencia, y la sentencia de nuestro amor. No me digas que equivocarse le puede pasar a cualquiera, quisiste creerte el espejismo que con alevosía plantaron ante tu cara, quisiste creer que tú, un pobre currante, de pronto podías vivir como un rico. Entonces parecía que el dinero lo regalaran, tanta casa para nosotros, que necesitábamos tan poco. Yo te advertí y no me escuchaste.
Así que lo dicho, no me esperes más y dile al banco que a ver si se le indigesta tanto ladrillo. Me alegro de que te vaya tan bien con tus padres, ejemplar hijo pródigo, que estés tan a gusto en tu pueblo con tus viejos amigachos viendo pasar las horas en el bar, y a ver si te sale algo con lo de la escayola, aunque si se me rompe un dedito, no te avisaré.
Que te vaya bonito.
Tu excompañera de amoríos e hipotecas, Marga.


De Javier Sebastián Redó Banzo. Para un concurso estúpido (porque, evidentemente, no lo premiaron).

Comentaris