El trapecista cojo.



Pepesito es un muchacho desgarbado que dejó su pierna izquierda sobre una vía de metro. Desde entonces siempre le pica el dedo gordo del pie que no tiene. En su cuarto hay un armario lleno de zapatos gastados del pie derecho y otro de novísimos zapatos del pie izquierdo. Los guarda para cuando le vuelva a crecer el pie, que está ahí, pero el jodido no se materializa.
Él siempre ha querido ser trapecista. De bebé hacía sus pinitos subiéndose a las sillas de la cocina, dan constancia de ello una cicatriz en su barbilla y más de un disgusto de su madre.
Algunos días, tras muchos ensayos, llega cargado con su mochila a la plaza donde confluyen las gentes cuando han de hacer algo. Se detiene a la puerta del mercado municipal, prepara sus bártulos. Coge una tiza y dibuja una larga raya blanca sobre los adoquines. Se quita la gabardina que oculta esa especie de traje de arlequín y tira su muleta bien lejos.

El público enardecido por la perorata del gordo charlatán de sombrero de copa, estalla en aplausos allá al fondo, en la oscuridad salpicada de llamitas de mechero. Pepesito tiembla como una mariposa, pero con determinación sujeta la pértiga y coloca el pie sobre la cuerda floja. Aflora un silencio sepulcral que detiene hasta el palpitar de los corazones. La cuerda se balancea pero da un pequeño salto y se adelanta varios pasos, sostenido por las mentes concentradas de la concurrencia. Al fin llega al centro de la cuerda. Ahora viene el doble salto mortal. Parece que lo consigue, pero le falla su pie derecho y cae al vacío en medio de un coral clamor de espanto.
Los enfermeros cargan a un muchacho desgarbado que se ha roto las costillas sobre los adoquines.
-¿Quién es ese loco?
Pepesito chilla:
-¡Me falló el pie izquierdo!

Javier Sebastián Redó, del libro Grumos en el barro.

Comentaris