Diario de alarma. Trigésimo tercer día

Diario de alarma. FFF, Folletín de ficción fehaciente.
Trigésimo tercer día.
El autor.
A mi no me pillará el maldito virus, lo mantengo a ralla. Yo hago caso a las autoridades, que para algo están. Llevo tres semanas sin salir y pronto habré de hacerlo, porque se me acaban las reservas de costillas de cerdo y solamente queda media docena de kilos de arroz en la despensa. Como compré todas las mascarillas que había en la ferretería un mes antes de la pandemia, tengo de sobras. He pensado venderlas por Internet, pero es un peligro, además, no quiero lucrarme con esta desgracia. Me pondré los guantes e iré a comprar a la hora que haya menos gente, lo más rápido posible. Al llegar a casa, tengo una habitación donde procederé metódicamente a la desinfección de la ropa, el calzado, la compra. Compré el desinfectante a tres euros el bote. Soy previsor, ahora valen quince, y eso que los fabrican a cinco kilómetros de aquí, lo que pasa es que creo que los mandan para Alemania.
Tengo un telescopio desde donde observo el vecindario tras la persiana. Se ha convertido en un entretenimiento muy ameno, aunque acabe indignado. Míralos, van paseando. Esa ha ido cuatro veces a comprar esta mañana, uno pasa en bicicleta sin guantes ni mascarilla. Aquellos van casi juntos y los vecinos en el terrado, hablando tranquilamente como si estuvieran en la terraza de un bar. Los primeros días gritaba que eran unos irresponsables e unos insolidarios. Ahora ya no digo nada, me he resignado a acepar la imbecilidad de la gente. Contra eso tampoco hay vacuna. Uno aquí encerrado, cumpliendo a rajatabla las instrucciones del Ministerio de Sanidad y otros por ahí, pendoneando, pasándose las normas por el forro. Les debería caer un buen paquete y así aprenderían, se creen que esto son unas vacaciones pagadas. A ver si los pillan. Han pasado dos coches todoterreno de la Policía Militar. Suerte que el ejército ha tomado cartas en el asunto.
Habito en un bloque de pisos donde todos los vecinos hacen lo que les da la real gana. Doña Paquita, la vecina de enfrente, parece que vive en el hueco de la escalera, escucho el ruido de sus zapatillas subiendo y bajando sin ningún motivo. Hammed y Fátima entran y salen con la excusa de la tienda. Ese que es conserje de la biblioteca, Honorato u Honorio, ahora, desde que desapareció el perro que alquilaba Doña Paquita, no sé cómo ha conseguido un perro, un chucho callejero horrible. Se para a hablar con quien puede en sus paseos. Los del quinto, la pareja con niños, parecen buena gente. El hombre sale a trabajar y se encierra en casa, la mujer hace las compras justas cada tantos días, cuando debe necesitarlo. De todos los vecinos, los peores son los del piso de arriba, los del Cuarto A y Cuarto B. Se han liado entre ellos, como si estos momentos fueran para amoríos. Los he oído follar alguna noche, la cantante tiene buena voz y me dan una rabia insoportable. Entran y salen cuando quieren, deben creer que las leyes no están hechas para ellos. Un día volvieron borrachos de madrugada. Son reincidentes, ya los detuvo la policía y volvieron al cabo de dos noches. No contentos con toda su retahíla de acciones sancionables, puramente subversivas, encima traen gente a casa. Vino un hombre que parece ser el padre del vecino, un tipo rarísimo, pero el colmo es que el otro día le acompañó una mujer con su hija. Son todos unos irresponsables, no cumplen ninguna medida de prevención. El Morgan ese se tiene bien merecido haber pillado el virus. Ojalá acaben todos enfermos, por habérselo buscado.
Ya tengo pruebas de todas sus infracciones. Les he grabado y fotografiado. Voy a denunciarles, ya está bien de tanta impunidad y que encima te lo restregen en la cara. A las ocho un vecino pone el himno de España y yo agito mi bandera. Aplaudo con fuerza cuando pasan los coches de policía, y más hoy que como invitados especiales, iba la policía militar. Ellos no suelen salir a aplaudir, pero hoy estaban todos en el balcón: el loco que se disfraza de la Guerra de las Galaxias, la cantante, la chica con la niña que parece que se han quedado a vivir en su casa y ha reaparecido Morgan, tiene mala cara, pero se le está pasando la enfermedad. Seguro que los otros no tardaran en mostrar síntomas. La cantante, aprovechando el final de los aplausos ha cantado virtuosamente una canción que desconozco, hijo del pueblo te oprimen cadenas y esa injusticia no puede seguir, si tu existencia es un mundo de penas, antes que esclavo prefiere morir... Su voz ha retronado entre los edificios. La han aplaudido mucho. Yo no. Me tienen harto.
Como tele-trabajo, no tengo horario. Después de cenar vuelvo a revisar los textos y a enviarlos. Soy escritor por encargo. Igual hago un artículo deportivo para una revista como una loa a la Virgen de la Cinta, o un diario de estos días, o un bulo para Internet, o un anuncio de propaganda para emitir por radio. Repaso mi último encargo:
Descubre con el novedoso e inaudito método del doctor Ramón Cajón Cajal tu grado de confinoansiedad depresiva con estas sencillas preguntas:
1- ¿Duermes bien?
2- ¿Piensas que estás viviendo en una serie de ciencia ficción?
3- ¿Eres más de zombis que de marcianos?
4- ¿Compras caprichitos en el supermercado?
5- ¿Puedes comprarlos?
6- ¿Tele-trabajas?
7- ¿Piensas que un ERTO es un tipo rígido?
8- ¿Crees que Fernando Simón es un reptiliano?
9- ¿Has vuelto a practicar Marcha Atlética últimamente?
10- ¿Le das a la repostería casera?
11- ¿Te sube el bizcocho y luego se te desinfla?
12- ¿Eres de los pocos afortunados que tiene levadura en casa?
13 - ¿Has hecho sopa de lechuga?
14- ¿Coses mascarillas?
15- ¿Tienes las manos rojas a las veinte horas treinta minutos?
16- ¿Te sientes la avellana de un Ferrero Roché?
17- ¿ Crees que EPI es el amigo de Blas?
18- ¿Hace más de diez años que no te metes un supositorio?
Si el resultado del test anterior es superior a siete negativos, le recomendamos la compra del auténtico e incomparable libro de Ramón Cajón Cajal y su equipo de gabinete “Metodología conductista para una correcta prepronosticación de un trastorno de ansiedad generalizado provocado por informaciones nocivas sistemáticas, volumen uno”. De lectura amena y jovial, a lo largo de sus ochocientas noventa y seis páginas descubrirá sencillos métodos prácticos para poder concluir que sus problemas son relativos y no puede solucionarlos.
No lo dude, resérvelo ya llamando al teléfono 902 459 756.
¡Próximamente en todas las librerías de viejo!
Cuento las palabras y me faltan unas pocas para llegar a doscientas cincuenta que es lo que me habían pedido. Añadiré algún adjetivo y asunto zanjado. Observo mi trabajo satisfecho. Mando el fichero por mail a la revista. Aprovecho que abro el correo para enviar una denuncia a la policía con una carpeta adjunta con las fotos que he hecho de las actividades ilícitas de los vecinos. Me acuesto pensando en azafatas.
(Continuará)

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